FRANKLIN TELLO MERCADO

El doctor Tello

Por Alejandro Carrión

(Nota aparecida en diario El Comercio, el 27 de julio de 1991)

El doctor Tello

Por Alejandro Carrión

Nota aparecida en diario El Comercio, el 27 de julio de 1991.

Desde esos años lejanos —el 32, el 33— en que fue mi profesor en el Mejía el doctor Franklin Tello Mercado, amigo gratísimo, apareció ante mis ojos siempre como un maestro de la decisión firme, del norte claro, del propósito indeclinable: ciudadano audaz, valiente, integérrimo, realizó grandes acciones, fue protagonista de batallas sensacionales, sufrió mucha incomprensión y supo conquistar para sí la simpatía, la confianza, la estimación de lo mejor de la ciudadanía, no solamente en Quito, su ciudad de residencia, y en Esmeraldas, la tierra de su nacimiento, sino en todo el país.

Solamente los años lo han vencido. Ya muy adentro de lo que alguien llamaba «la ochentañía», un país que limita directamente con la muerte y que en casos como el del doctor Tello no limita con el olvido, era de temer cualquier mal día la noticia de su viaje definitivo. Ya la hemos recibido y nos duele y nos da un Ecuador incompleto, pues él era parte singularmente valiosa de este Ecuador por el que luchó sin descanso y en cuyo porvenir tuvo tanta fe.

Hace algún tiempo, el doctor Tello publicó un amable libro sobre recuerdos de su profesión de médico: con frecuencia su alta calidad de político, ya como ministro de Velasco Ibarra, ya como ministro de Galo Plaza, hacía olvidar que fue uno de nuestros principales médicos, y que su presencia política nunca lo alejó de su profesión. Precisamente algunas de sus luchas tuvieron como objetivo principal esa profesión. Recuerdo todo lo que hizo por organizar debidamente los hospitales en el país y el Departamento Médico de la Caja del Seguro, además de su homérica batalla por introducir en el país los medicamentos genéricos, para bajar el precio de los fármacos y hacer posible que la gente de escasos recursos pueda recobrar o proteger su salud.

Lo recuerdo como gran político, en especial en el curso de una épica interpelación, siendo él ministro de Previsión Social, embestido por uno de los políticos entonces de mayor empuje, que era diputado socialista por Pichincha. Tello, fue también socialista, gran luchador por su ideología, en especial desde la universidad, si bien más tarde rumbó hacia un liberalismo de izquierda, con el cual estuvo cierto tiempo junto a Velasco Ibarra y con el que colaboró leal y utilísimamente con Galo Plaza.

En cierta ocasión me ofreció escribir un libro sobre Velasco Ibarra, con los recuerdos que tenía, ya que había sido su ministro y, sobre todo y durante algún tiempo, su médico personal. Decía que solamente con el testimonio de quienes lo conocieron íntimamente, el formidable político, de tan difícil imagen, podría ser entendido por los historiadores del porvenir. Sin duda ese libro, que habría sido escrito por el doctor Tello con su justicia, con su amor profundo por la verdad, con su respeto hacia quienes alguna vez en él confiaron, sería un testimonio esencial para los historiadores del porvenir. No se publicó, eso lo sabemos, pero no sabemos si realmente fue escrito. Si así lo fue, su familia debería publicarlo —la única manera de salvar un libro es publicarlo— y así se daría al historiador del futuro una fuente sin rival acerca de uno de los hombres verdaderamente trascendentes en nuestra historia, cuya comprensión, cuando la lejanía histórica sobrevenga, permitirá también comprender una época llena de asombrosos acontecimientos, que ahora, en realidad, no entendemos bien.

Ha muerto nuestro querido doctor Tello: solamente lo han vencido los años. Su vida fue constante ejemplo. Lamentamos que el gobierno nacional no haya querido expresar el pesar que su muerte nos ha traído: pero los ciudadanos, que sabemos cómo sirvió al Estado, cuán grande ministro de Estado fue, lamentamos de corazón el que ya no lo tengamos con nosotros.